martes, 26 de junio de 2012

Injusticia


¿Puedes dar algún ejemplo de alguna injusticia?
¿Alguna vez te has dado cuenta de que estabas haciendo alguna injusticia a otras personas? ¿Eres acaso siempre la victima?
¿Cómo has reaccionado ante situaciones de injusticia contra ti y contra otros?
Hay quien piensa que la venganza es la única solución contra la injusticia ¿Estás de acuerdo?
Desde tu perspectiva, ¿qué tiene que ver Dios con la injusticia en el mundo?

Podríamos resumirlo todo diciendo que el mundo está lleno de injusticias. Pero quiero mencionar otra injusticia mayor y que, a pesar de esto, tiene un significado tremendo. Lea "El silencio largo"

EL SILENCIO LARGO (A.T.L. Armstrong)
          <<Al final del tiempo, billones de personas estaban esparcidas en un valle grande ante el trono de Dios. La mayoría se retiraban de la luz brillante que estaba ante ellos. Pero algunos grupos que estaban delante hablaban apasionadamente, no con vergüenza sino con beligerancia.
          "¿Cómo puede Dios juzgarnos a nosotros? ¿Cómo puede saber Él algo del sufrimiento?" dijo una joven morena muy bruscamente. Se arremangó la manga para mostrar el número tatuado en un campo de concentración nazi. "Nosotros sufrimos el terror, golpes, torturas, muerte..."
          En otro grupo un negro se bajó el cuello de la camisa. "¿Qué es esto?" demandó mostrando una fea quemadura hecho por una cuerda. "Ahorcado por ser negro. Nos hemos asfixiado en buques de esclavos, hemos sido separados de nuestros seres queridos, trabajando hasta que la muerte nos dio alivio." En otro grupo una joven miraba fijamente con sus ojos oscos. En su frente había el sello "ilegítima", "El sufrir mi marca", murmuró, "era más allá de..." y su voz se fue apagando hasta que se perdió entre las otras. A través del valle había centenares de grupos como éstos. Cada uno tenía una queja contra Dios por el mal y el sufrimiento que había en el mundo. ¡Qué suerte tenía Dios!, vivir en el cielo donde todo es dulzura y luz, donde no había llanto, ni miedo, ni hambre, ni odio. De verdad, ¿qué sabía Dios de lo que el hombre había sufrido en este mundo? “Después de todo tiene una vida bastante protegida”, dijeron. Así cada uno de estos grupos envió un líder, escogido entre los que habían sufrido más.
         Había un judío, un negro, un intocable de la India, un artrítico horriblemente deformado, una víctima de Hiroshima y alguien de un campo de concentración de Siberia. En el centro del valle, se consultaron los unos a los otros. Al fin estaban listos para presentar su caso, sería bastante sencillo. Antes de que Dios fuera calificado para ser su juez tendría que sufrir lo que ellos habían sufrido.
         Su decisión era que Dios debía ser sentenciado a vivir en la Tierra como un hombre. Pero como era Dios, pusieron algunos guardianes para asegurar que no pudiera utilizar sus poderes divinos para ayudarse.
         Déjale nacer judío. Deja que la legitimidad de su nacimiento quede en duda para que nadie sepa quién es verdaderamente su padre. Déjale ser traicionado por sus amigos más íntimos, déjale ser procesado por acusaciones falsas, juzgado ante un jurado lleno de prejuicios y condenado por un juez cobarde. Al fin, déjale ver lo que es sentirse realmente sólo, abandonado por cualquier cosa viviente. Déjale ser torturado y luego morir. Déjale morir públicamente, horriblemente para que no pueda haber ninguna de que murió. Deja que sea una multitud de testigos los que lo puedan verificar.
         Mientras cada líder anunciaba su parte de la sentencia, murmullos ruidosos de aprobación salían de la masa de gente congregada. Cuando el último había terminado de pronunciar su sentencia, hubo un silencio largo; los que habían pronunciado su juicio contra Dios se marcharon en silencio. Nadie dijo ninguna palabra. Nadie se movió porque repentinamente todos supieron que Dios ya había cumplido su sentencia>>

         Jesús sufrió exactamente de esa manera. Ésta es la injusticia más grande que el mundo jamás haya conocido. Él no era culpable en ningún sentido, vivió una vida perfecta. Nosotros somos los culpables ¿Quién va a negarlo? Hemos hablado de la injusticia y de nuestra tendencia de echar siempre la culpa a otra persona. Si somos sinceros nos damos cuenta de que nosotros participamos en injusticias cada día. Hacemos lo que queremos y lo que nos conviene en un momento dado y esto es injusto. Jesús no era así. Él se puso al lado de los que estaban sufriendo y les ayudó. Él sufrió el rechazo que vino a consecuencia de su asociación con ellos. En su muerte sufrió el que sus opresores merecían. Sufrió el castigo que nosotros merecemos.
         El problema de la injusticia todavía existe hoy, pero si vamos a ser parte de la solución, primero tenemos que reconocer nuestra participación en la injusticia y nuestra necesidad de ser salvados de nuestro propio mal. Podemos aceptar la solución de Jesús porque Él se sacrificó por nosotros. Si aceptamos su sacrificio por nosotros, Él nos limpia de nuestro egoísmo y nos da poder para luchar contra las fuerzas de injusticia. Este trozo de la Biblia lo resume: “18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; (I Pedro 3:18) ¿Cómo vas a responder? ¿Seguirás con tu propia injusticia y un día recibirás el castigo que mereces? ¿O aceptas la solución de Jesús y con su ayuda lucharás contra estas situaciones de injusticia en el mundo?