Nos encontramos ante tres amigos: dos de ellos en un momento
determinado se pelean porque discrepan respecto a un tema, y el tercero es buen
amigo de los dos. Cuando terminan de discutir uno de ellos, le dice al tercero
que si quiere estar con él, ha de dejar de ser amigo del otro. Esta ilustración
nos sirve un poco para ver la decisión que tenemos que tomar, si seguir a
Cristo o continuar en el mundo.
!Oh almas adúlteras! ¿No
sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
Santiago 4:4
Santiago 4:4
Como vemos en
este versículo, los dos amigos que están peleados son Dios y el mundo y
nosotros somos ese tercer amigo. Nosotros en el momento de tomar la decisión vemos
ambos bandos, Dios nos ofrece algo que sabemos que el mundo no nos puede dar,
que es la salvación y la vida eterna, pero el mundo sabe pintarnos las cosas de
una manera muy atractiva de manera que aparentemente parece que puede competir
con Dios, nos ofrece diversión, felicidad y una vida llena de placeres. Si no
tenemos nuestras creencias firmes y claras pueden surgir verdaderas dudas. Por
lo que nosotros vemos en nuestro día a día, el que aparentemente es el mejor
camino, puede ser el del mundo, un camino donde tenemos acceso a todo tipo de
placeres, y quizás el camino de Dios lo vemos un poco más complicado, con más
normas y reglas que cumplir, y más exigencias y menos placeres. Pero todo esto
es lo que podemos ver a lo mejor desde fuera, desde dentro la realidad es muy
diferente. Lo que nos pintaban y veíamos como diversión, felicidad y una vida
llena de placeres, en realidad eran diversión momentánea, in-felicidad, y una
vida llena de placeres insatisfactorios. Mientras que en el camino de Dios que
nos podía parecer menos cómodo, vemos en el salmo 23 que aunque andemos en
valle de sombra de muerte no temeremos mal alguno y que el Señor nos cuida
siempre. Son dos caminos los cuales pueden engañar si solo nos fijamos en los
que nos ofrecen de primeras, tenemos que aprender a mirar más allá de “nuestras
narices” y ser capaces de ver los finales de ambos caminos, que son muy
diferentes a la apariencia de estos.
Muchos ceden al
camino del mundo pensando que es mejor y piensan que ya tendrán tiempo de preocuparse
por la salvación, pero como he dicho anteriormente la realidad una vez
comienzas y andas por uno de los caminos es muy diferente. No podemos
cambiarnos de uno a otro conforme nos venga en gana, conforme vamos avanzando
en el camino, estos se separan y llega un punto en el que es casi imposible
cambiar. Si pensamos como se avanza seria a medida que nos involucramos en el
mundo (avance en el mundo) y a medida que crecemos espiritualmente (avance en el
Señor). Es más complicado ceder a las tentaciones del mundo si somos fuertes
espiritualmente, hasta que llega el momento de que el mundo no nos afecta apenas y es
ese punto en el que ya no hay posibilidad de cambio. Esto no quiere decir que
no vayamos a ser tentados, seguiremos con eso, pero estaremos lo
suficientemente preparados para superar todas las tentaciones con éxito. Por el
otro lado, el del mundo, a medida que nos involucramos en él, perdemos la percepción
del peligro que corremos de perder la salvación y nos refugiamos en la idea de
que cuando queramos podemos corregir nuestro rumbo, pero lamentablemente no es
tan fácil.
Como he dicho
anteriormente en ambos caminos está ese punto de no retorno, y en ocasiones
llegan con la muerte. Esto es algo que ninguno podemos predecir y por tanto deberíamos
de adoptar medidas lo más pronto posible para estar preparados para ese momento.
Velad, pues, porque no
sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
(Mateo 25:13)
(Mateo 25:13)
Y TÚ, ¿DE QUIÉN ERES AMIGO?