Todos hemos escuchado alguna vez ese dicho de que el árbol hay que
enderezarlo desde chico, ¿no? En un árbol que crece de forma natural, su forma
está condicionada a los agentes exteriores que le rodeen, por eso en la naturaleza
nos podemos encontrar árboles de todo tipo; árboles perfectamente rectos, un
poco curvos, con formas de los más particulares o directamente muchos de ellos
tan torcidos que frente a duras condiciones del clima se acaban cayendo y pasan
a ser meros troncos en el paisaje. No obstante los que por ejemplo son
plantados en las ciudades de decoración, la mayoría de ellos tienen algún
sistema para que el árbol crezca recto y así obtener la forma
"perfecta". Pero si nos damos cuenta, estos sistemas se les colocan
desde que sale el tallo de la tierra. La razón es simple, una vez crezcan y se
deformen será muy complicado el corregirlos, incluso en muchos casos habrá que
talar partes de los árboles para poder corregirlos.
Acuérdate de
tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y
lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;
(Eclesiastés
12:1)
Como bien podemos ver en este versículo de Eclesiastés, las
personas somos algo parecidas a los árboles en el aspecto del cual hemos
hablado anteriormente. En la primera parte (Acuérdate... juventud), se hace un
llamamiento, especialmente a los jóvenes a entregar nuestra vida al Señor en
nuestra juventud. En la segunda parte (antes de... contentamiento), vemos la
razón del porque de esa entrega, porque al igual que los árboles, si no tomamos
medidas desde temprano para crecer rectos, de mayores tendremos que acarrear
con todas las curvas que tengamos en nuestro tronco producidas en la juventud.
Cuando hacemos esa entrega al Señor, simbólicamente, entre otras cosas, es una
especie de vacuna frente a muchas de las adversidades a las cuales nos tenemos
que enfrentar. Concretando en el caso de los jóvenes, como dice Pablo a
Timoteo:
Huye
también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la
paz, con los que de limpio corazón invocan al Señor
(II Timoteo
2:22)
Si vemos un poco el contexto y quien es Timoteo, vemos que fue un
joven de Listra que acompaño a Pablo en uno de sus viajes misioneros y más
tarde fue pastor de la iglesia de Éfeso. Pablo le tenía gran aprecio y por eso
le escribió dos cartas mientras Timoteo era pastor, en ellas le alentaba y
advertía acerca de las cosas a las que se tenía que enfrentar, como es el caso
de los falsos maestros. En este versículo en concreto, le advierte que se aleje
de las pasiones juveniles, que volviendo al ejemplo del árbol, son las
causantes de todos los dobleces que se puedan tener producto de esa etapa en la
vida. Muchos jóvenes se creen autosuficientes e independientes y que pueden
pasar esta etapa de la vida ellos solos, piensan que ellos son los dueños de
sus destinos, pero... ¿Qué pasa cuando llegan a adultos? Los que medianamente
"lo hayan hecho bien" quizás no tengan que pasar muchos malos ratos después,
pero sus consecuencias tendrán, habrá multitud de bendiciones que se habrán
perdido y muchas que Dios les tendría preparadas pero que por su independencia
no han tenido. Pero sabemos que no todos los jóvenes lo han hecho "tan
bien", hay multitud de personas adultas que hoy en día se avergüenzan de
mirar atrás en su vida, los que han pasado por circunstancias de alcohol,
drogas, etc... de mayores, si consiguen rehabilitarse e intenten rehacer su
vida, a lo mejor no pueden acceder a un puesto de trabajo porque de joven
dijese de abandonar sus estudios pensando que se podía ganar la vida de otra
manera o tengan en sus cuerpos marcas como tatuajes o pendientes que quizás de
cara al público no sean tan "bonitos" como los veía la persona en el
momento que se los hacía, o a lo mejor no se habla con sus padres porque haya
roto esa relación por causa de la mala vida, o también hay un caso que a mí
personalmente me llama mucho la atención, es el caso de los jóvenes que se
tatúan los nombres de sus parejas, pero ¿y si en un futuro ya no están con
ellos?, menuda faena. Podríamos establecer aquí un símil al igual que hicimos
al principio con los árboles, este símil hace referencia a la tercera ley de
Newton, que parafraseado sería algo así como que para cada acción hay una reacción.
Aplicado a nuestro caso sería algo así como que para cada acción que hagamos y
cada decisión que tomemos, luego tendremos que hacer frente a las consecuencias
que pueden ser positivas o negativas para nosotros o para los demás.
Volviendo al versículo inicial, Eclesiastés 12:1, y aplicando todo
lo que hemos dicho en las líneas anteriores podemos llegar a la conclusión de
que para que nuestro árbol crezca recto tenemos que tomar una decisión en
nuestra juventud cuyas consecuencias nos acompañaran el resto de nuestra vida y
al llegar a una edad adulta nos permitan no avergonzarnos de esa decisión. Esa
decisión es acordarnos de nuestro Creador y entregarle nuestra vida. Y de algo
estoy seguro, las consecuencias de ese hecho jamás nos perjudicaran.
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